Entrevistas
Jueves, 3 de mayo de 2018
Facundo Manes: "El cerebro es un órgano social”
Facundo Manes es un neurólogo y neurocientífico argentino cuyo trabajo está alcanzando un destacado reconocimiento en los últimos años.

Tomando cada uno de los desafíos que se presentaron, sus iniciativas contribuyeron al desarrollo de los recursos locales, lo que subió los estándares clínicos y de investigación en neurociencias y neuropsiquiatría.

Es Fundador y Director del INECO (Instituto de Neurología Cognitiva) y el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, dos instituciones que ya son referentes internacionales para la investigación en ese campo científico. Ha co-desarrollado una de las primeras unidades de rehabilitación cognitiva holística en América Latina.

Su abordaje de los temas científicos, siempre muy bien relacionados con los hechos de la vida cotidiana, llega masivamente a la gente.
Su manera de concebir el cerebro “como un órgano social”, es una postura que establece una gran diferencia con la aproximación biologista que generalmente domina en esa especialidad.
No deja de ser una sorpresa para muchos escuchar esta concepción del cerebro tan cercana a un enfoque bio-psico-social, del cual la ciencia se aleja cada vez más. Sin embargo, el Dr. Manes, más allá de la perplejidad que pueda despertar frente a otros criterios, es un respetado profesional tanto entre sus pares como en el mundo académico.[1]

Uno de los desafíos de la ciencia contemporánea es pensar nuestro cerebro. ¿En qué está hoy la teoría sobre este órgano que se volvió fundamental?

El conocimiento científico sobre el cerebro creció más en las últimas décadas que en toda la historia de la humanidad. Esto se debe, en parte, al avance de la tecnología aplicada a la investigación, al trabajo en equipo y a la interdisciplina. Los avances en el conocimiento neurocientífico son muchos. Solo para nombrar algunos, puedo decir que hoy sabemos que las emociones tienen un gran rol en nuestra toma de decisiones, que existen diferentes tipos de memorias, que contrariamente a lo que se creía, el cerebro nunca descansa y cuando no “pensamos en nada” su actividad no es el equivalente a ruido desorganizado, que durante el sueño se afianza la memoria y la información adquirida en el día. Las neurociencias descubrieron también que nuestro cerebro se transforma de manera constante: la experiencia y el ambiente modifican los circuitos neuronales y regulan la expresión de nuestros genes.

¿Qué te llevó a valorar una perspectiva interdisciplinaria para dar cuenta del funcionamiento del cerebro?

Hoy el desarrollo científico se produce en equipo y de forma interdisciplinaria. Esto enriquece de manera exponencial la discusión y los avances. Es por eso que hoy en nuestros laboratorio de Ineco y de Fundación Favaloro en Argentina trabajan médicos, psicólogos, biólogos, físicos, estadísticos, músicos, etc. Para dar cuenta de esto también sirve pensar la idea de inteligencia colectiva, porque las investigaciones dan cuenta de que a través del trabajo en equipo se expande la inteligencia individual.

¿Qué le enseña la música, la literatura, la filosofía a las neurociencias? ¿Cuáles son los artistas o intelectuales que te inspiran?

Como decíamos, la interdisciplina es clave. Te cuento un caso que quizá grafica toda esta interacción. Nuestro libro Usar el cerebro resultó de un proceso de diálogo interdisciplinario entre la neurociencia y la literatura y el arte. Uno de los elementos que nos resultaron claves marcar fueron los límites de la neurociencia. La ciencia no puede explicar todo, y tampoco se permite la ambigüedad y esto es algo de lo que puede ocuparse la literatura y el arte en general. Sobre que artistas me inspiran, en el libro aparecen desplegados inmensos escritores como Kafka, Dostoievsky y Borges, entre muchos otros.

La ciencia avanza en el conocimiento de las emociones. ¿Se pueden “pensar las emociones”?

Las emociones son claves para nuestra conducta. Muchas veces los seres humanos estamos convencidos de que somos mucho más racionales de lo que en verdad somos. A decir verdad, se ha demostrado que decidimos guiados por nuestras emociones y la explicación de la decisión que hacemos posteriormente es lo más racional. Las emociones también impactan en nuestra memoria, porque solo recordamos aquello que nos emociona mientras olvidamos casi todo. Por ejemplo, si nos preguntan sobre nuestro paso por la escuela, seguramente vamos a tardar solo algunos minutos en relatarla mientras haberlo vivido nos llevó varios años de nuestra vida. Solo vamos a rememorar aquello que nos impactó emocionalmente.

A propósito, ¿qué sabe la ciencia hoy de la memoria y qué valor le otorga al olvido?

Muy buena pregunta, sobre todo por esa valorización del olvido. Contrariamente a lo que solía pensarse, la memoria no es un arcón donde guardamos nuestros recuerdos; sino que es flexible. Podemos decir que se trata de un proceso creativo. Cuando uno experimenta algo, el recuerdo es inestable durante algunas horas, hasta que se fija por la síntesis de proteínas que estabilizan las conexiones sinápticas entre neuronas. La próxima vez que el estímulo recorra esas vías cerebrales, permitirá que la memoria se active. Cuando uno tiene un recuerdo almacenado en su cerebro y se expone a un estímulo que se relaciona con aquel evento, va a reactivar el recuerdo y a volverlo inestable nuevamente por un período corto de tiempo, para volver a guardarlo luego y fijarlo nuevamente. La evidencia científica indica que cada vez que almacenamos nuevamente una memoria como una nueva memoria, muchas veces contiene información adicional al evento original. Es decir, aquello que nosotros recordamos no es el acontecimiento exactamente como fue en realidad, sino la forma en que fue recordado la última vez que lo trajimos a memoria.

¿Cómo nos determina la relación con los otros?

Las relaciones con los otros son fundamentales. Los seres humanos somos básicamente seres sociales. Nuestro cerebro se modifica a partir de una compleja interacción entre factores genéticos, el ambiente y el entorno. La estimulación cognitiva y afectiva del entorno tiene un rol clave en nuestro desarrollo.

Por su parte, diversas investigaciones han demostrado que mantener una vida social activa ayuda a mantener un cerebro saludable. Contrariamente, estar socialmente aislado impacta negativamente en la salud. Las personas solitarias y aisladas se enferman más y viven menos.

En las actuales investigaciones los procesos inconscientes toman también mucha importancia. ¿Cómo entiende hoy la ciencia el inconsciente?

El dominio del inconsciente se describe de manera más general en el ámbito de la neurociencia cognitiva como todo proceso que no da lugar a la toma de conciencia y es estudiado en cientos de laboratorios en el mundo que utilizan técnicas de investigación susceptibles de análisis estadístico. Los experimentos que muestran algunas de las capacidades de la mente inconsciente proceden de un “enmascaramiento” de los estímulos: los sujetos miran pero no ven.

¿Por qué escribiste El cerebro argentino? ¿Qué rasgos destacas de ese funcionamiento cerebral? Y, desde la neuroplasticidad del cerebro argentino, ¿cuál sería la apuesta de cambio?

El libro El cerebro argentino es una invitación a pensarnos como comunidad, a reflexionar sobre las características propias para así poder plantear una mejor vida en sociedad. Pero lo de “argentino” está planteado solo como caso. La verdad es que ni el cerebro de los argentinos, ni de los estadounidenses, ni de los mexicanos, ni de los chinos ni de ninguna otra nacionalidad tiene ninguna particularidad anatómica diferencial. Las personas de todas las culturas tenemos los mismos rasgos biológicos generales, estructuras anatómicas y funciones del cerebro. Dicho esto, en El cerebro argentino explicamos que, si bien todos los cerebros son iguales, todos son diferentes en tanto el cerebro es moldeado por la interacción con el ambiente, el contexto social, la cultura, los gustos y las experiencias. Así, se transforma constantemente a partir de esta interacción con la experiencia y el ambiente. Y es en ese sentido que proponemos pensarnos: por compartir tradiciones, historias, crisis y esperanzas. Para comprender mejor estas conductas comunes, recurrimos a un concepto muy productivo: el de los sesgos cognitivos, que son esquemas mentales a partir de los cuales formamos nuestras creencias y nuestra visión del mundo. Su principal función es permitirnos interpretar la información que recibimos de nuestro alrededor al brindarnos un marco desde el cual tendemos a producir sistemáticamente ciertas respuestas rápidas frente a diversas situaciones. Entonces podemos hablar de “sesgos argentinos” y reflexionar sobre ellos para poder cambiar y construir una sociedad más desarrollada, más pacífica, más igualitaria.


 
 
 
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