ENTREVISTAS
Miércoles, 18 de octubre de 2017
Jorge Griffa: “Capacidad, oportunidad y suerte, las tres deben estar en el fútbol”
El casildense es promotor de una larga lista de excelentes jugadores que salieron de su trabajo en inferiores. Sus experiencias en Newell's, Boca e Independiente.

¿Por qué trabaja a los 81 años? Dios nos va marcando un camino y a veces es difícil salir. Siempre digo: si me vienen a buscar para correr, no estoy en mi mejor momento (risas), pero si es para pensar y volcar mis experiencias a los que enseñan y a los que aprenden, creo que a través de haber acertado y haberme equivocado durante tantos años, tengo argumentos. Naturalmente siento ganas de trabajar, siempre considerando mi edad, por eso limito situaciones de un compromiso permanente.

No es normal que quiera levantarse todos los días para ir a un entrenamiento… Son pasiones, algo que uno ha hecho toda la vida, primero jugando y luego tomando el camino al desarrollo de la enseñanza.

¿Va todos los días a Domínico? Normalmente, tres veces por semana, y luego los sábados, que es día de partidos, para evaluar el rendimiento de los chicos de cada categoría. Anoto todo en una planilla, ahora te voy a mostrar (va al dormitorio y trae unas carpetas con diferentes puntajes debajo de cada apellido). En general me pasa a buscar Abel Alves a las 7 de la mañana y me quedo hasta las 3 de la tarde: tenemos pruebas constantes de jugadores, con mi hijo Diego y el Chivo Pavoni. Ellos los ven primero, hacen un primer filtro, y luego los veo yo y decido quiénes se quedan y quiénes no. También viajo por el interior, voy a las Ligas y doy cursos sobre la metodología de enseñanza, cuento mis experiencias, y a cambio quiero que me den los mejores jugadores para Independiente. Me quedo entre 2 y 4 días por ciudad, y me van mostrando chicos. Sería un trueque de conocimiento por jugadores (risas).

¿Cómo era de jugador? Un marcador central, derecho, con temperamento superlativo. Era muy fuerte en el choque, medía 1.81 y eso lo hacía notar. Cuando saltaba a cabecear, no perdía; cuando trababa, tampoco.

¿En su época no se buscaba trascender como una salida económica, no? Para nada. Si además teníamos que trabajar, porque no alcanzaba con lo del fútbol. Yo fui cadete, luego trabajé en el correo como aprendiz de telegrafista. Y en la Primera vendía vino León, con Pichulo, compañero mío en Alumni de Casilda. Cargábamos el camión después del entrenamiento, enfrente de la cancha de Newell’s, e íbamos parando en Zavalla, en Pujato, en Casilda, y les vendíamos a los almacenes, gracias a las vinculaciones del fútbol. En España ya no tuve que trabajar, pero hasta entonces, sí.

¿Por qué el fútbol juvenil? Era algo que sentía. En ese momento, se enseñaba por instinto antes que por conocimiento, y yo dije: “Hay que prepararse para que el instinto quede como una historia vieja” y empecé a enseñar y aprender, a aprender y enseñar. Aprendía de lo que miraba, de lo que olfateaba, de lo que de alguna manera probaba y me salía mal, o probaba y me salía bien, de lo que había que ampliar, lo que había que eliminar, y en esa cantidad de conceptos que me fue enseñando el fútbol, me hice eco de las necesidades.

¿Bielsa era muy malo como jugador? Era del montón. Lo conocí con 17 años. Se presentó en el vestuario con una camisa blanca y me dijo: “¿Usted es Jorge Griffa?”. Sí. “¿Usted viene de Europa a este club?”. Sí. “Entonces usted está loco”, terminó, dio media vuelta y se fue. Ese fue nuestro primer diálogo.

¿Está medio loco Bielsa o se hace un poco? Tiene ciertos desequilibrios de una persona normal (risas), fue así desde chico. Más de una vez quería matar a un referee y me tuve que meter para llevarlo a empujones dentro del vestuario. Hace mucho que no hablo con él. Hace un tiempo se dio una curiosidad: los dos compramos departamentos a 50 metros uno del otro, y sin saber que nos teníamos de vecinos.

¿Cómo armó esa red de 30 mil kilómetros para rastrear chicos con Bielsa? Yo tenía vinculaciones en todo el país, en las distintas ligas. Entonces llevaba a Rosario a los que eran la cabeza de esas ligas y les ofrecíamos relojes con la insignia de Newell’s, les dábamos charlas, para que se encontraran con alguien que algo les daba y que en el futuro nos dieran jugadores.

¿Cómo lo vio a Batistuta? Vino en un equipo de Avellaneda, ciudad del norte de Santa Fe, a jugar un campeonato provincial a Rosario. Lo vi grandote, fuerte, no le pegaba tan bien pero tampoco tan mal, y cabeceaba fuerte, todo por instinto e improvisación, porque nadie le había enseñado nada. No le gustaba mucho el fútbol, tenía dudas, así que pedí hablar con su papá. Y el padre tampoco estaba convencido. Le pedí que probáramos un año, que el chico iba a seguir estudiando en Rosario, porque yo los hacía seguir estudiando. Probamos y se quedó, por suerte…

¿Cuál es la clave de un buen formador de inferiores? La entrega total en la vocación. No hay que tomar esta tarea como parte de una escalera para llegar a ser entrenador de la Primera. Hay que estar seguro y decidido a trabajar en el fútbol juvenil, porque es la base de sustentación. Eso no quita que aquellos que están en el fútbol juvenil no puedan pegar el salto al fútbol profesional y ser exitosos.

¿Qué mira? Lo primero, su técnica. E inmediatamente después, la velocidad y su temperamento. La técnica es el movimiento individual para desarrollar lo colectivo: cómo para la pelota, cómo la lleva, cómo la maneja, determinadas situaciones. El jugador ideal tiene técnica y temperamento, es fuerte y coordinado, posee velocidad física y mental, es inteligente y psicológicamente equilibrado. Ahí tenés el ideal. Ahora, el que más se acerque a esos atributos, más probabilidades de éxito tendrá.

¿Por qué dejó Newell’s y por qué fue a Boca? De Newell’s me fui porque con el presidente Eduardo López no coincidía en nada. No en el fútbol, sino en la vida. Ya no podía estar ahí. Me vino a buscar a mi casa y me mantuve en la negativa. Decidí dedicarme a mi campo, que tengo en Arequito, y a los pocos meses me llamó Mauricio Macri a mi casa. Se iba a presentar en las elecciones y quería que yo trabajara con los juveniles.

¿Qué recuerda del día que conoció a Tevez? Me llamó Ramón Maddoni: “Quiero que vengas a ver a un pibe, tiene cosas de Maradona”. Fui, lo vi media hora y le dije a Ramón que me iba. “¿Pero por qué? ¿Lo llegaste a ver?”, me preguntó. “Sí, claro, no tiene cosas de Maradona; es Maradona”.


 
 
 
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