Opinión
Viernes, 16 de marzo de 2018
Cien días de Ascúa con sonrisas en tiempo de descuento
La gestión del Intendente libreño Martín Ascúa llega a sus primeros cien días y como toda cuestión vinculada a la función pública, deja espacio para múltiples miradas, análisis y opiniones. Con la sonrisa permanente como estandarte, el joven alcalde alterna buenas y malas en un contexto nacional y provincial sumamente desfavorable, partidariamente hablando, para su intención de gobernar.

Martín Ignacio Ascúa, tal cual se lo menciona en los comunicados espantosamente redactados desde su oficina de prensa, trata de hacer equilibrio entre compromisos asumidos durante la campaña, la fuerte presión del peronismo local para ubicar alfiles en diferentes cargos y puestos laborales y la intentona surgida desde el riñón de su administración de eliminar todo vestigio de radicalismo y de Encuentro por Corrientes del palacio de gobierno.

Esos intentos por caminar la cornisa sin caerse, lo han empujado en más de una ocasión a tener que digerir, procesar y resolver situaciones internas que le provocaron escozor a más de un libreño. Desde aquella ridícula situación con el agua potable de la ciudad, una vez más pésimamente comunicada, pasando por las múltiples quejas por el servicio de recolección y llegando a los más de 50 nombramientos con rango jerárquico que asombraron a propios y extraños. No solo por los nombres sino por la ignota capacidad para ejecutar funciones de algunos de los designados.

A favor del Intendente hay que decir que lo que le sobra es entusiasmo. Que, indudablemente, su carisma y su cercanía con la gente le han permitido sortear tragos amargos devenidos de problemas notorios en la gestión cotidiana. Que se acercó a sectores postergados durante gobiernos pasados, en particular durante el de Tarabini. Que ha nivelado para arriba áreas municipales, deporte y educación son dos muestras claras, cuyos antecedentes inmediatos distaban de ser medianamente aceptables. La sonrisa que lo caracteriza permanece allí, firme y estoica, aunque ya sufre los embates del barro de la política. Algunos allegados cuentan que hay días en que parece haberla extraviado en alguna recorrida por barrios vernáculos. Sólo el entorno más cercano sabrá si la mueca de alegría será el termómetro que permitirá conocer la reacción ante la marcha de su gobierno.

Mientras tanto, otro motivo podría alterar el rictus feliz del alcalde. Su relación con la oposición. Oposición que tiene la mayoría en el concejo deliberante local, que gobierna la provincia y que, como si fuera poco, administra el país. Nuevamente deberá mostrar sus dotes como equilibrista para no sufrir el invierno al que suelen someter a los adversarios, los actuales frentes gobernantes. Panorama difícil si los hay.

Enfrente, el radicalismo libreño y sus aliados comienzan a despertarse del letargo al que la piña al mentón de la derrota de octubre los expuso. El ex intendente y actual diputado provincial Eduardo “Peteco” Vischi parece decidido a comandar la tropa que, con mucho recambio y con el pase a cuarteles de invierno de muchos viejos generales, buscará triunfar en las legislativas del 2.019 y comenzar, de esa manera, el camino para retomar el poder comunal en 2.021. No será tarea sencilla. Dependerá de errores ajenos y de aciertos propios. Y de que no perdure la sonrisa.




 
 
 
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