Opinión
Martes, 22 de junio de 2021
Cuando la diversión de un pueblo deriva en un problema político
La gestión de Martin Ascúa se vio nuevamente involucrada en un escándalo mediático dada la presencia de un funcionario, su hermano, en una fiesta clandestina en plena fase 3 con restricciones en la ciudad, debido a la pandemia que azota al mundo.

No es el primero y probablemente tampoco sea el último evento en el que algún miembro de la tropa oficialista sea noticia, y no precisamente por su buen desempeño laboral. Basta con recordar el episodio sucedido en el Corralón Municipal en el que integrantes del gabinete de Obras Públicas casi dirimen sus diferencias a los tiros. O rememorar la tremenda tormenta que golpeó en enero del 2.019 a Libres, víctimas mortales inclusive, y que no tenía al Jefe Comunal en la ciudad, lo que motivó innumerables críticas, “memes” y reproches de gran parte de la sociedad que apenas un año y medio antes le había confiado los destinos de la localidad. O sino vale traer a colación el abandono de una familia varada en la ruta al comienzo de la pandemia del Covid-19, acción que contó con audios lanzados por la Secretaria de Salud que contenían promesas de achuras, asado y demás, si el chofer dejaba la gente a la vera del camino.

La lista de recuerdos de perlitas públicas cometidas por funcionarios municipales podría continuar por varias líneas más. Pero hay que detenerse en entender que tantos sucesos circenses mellaron y seguirán mellando la confianza de la gente de Libres. Decía un colega no hace mucho que “no todo es pavimento. La confianza no se recupera así nomás”. Certera y correcta afirmación a pesar de que no le importe a una administración envalentonada por números de encuestas que salen de vaya uno a saber dónde.

Ascúa y los suyos no dimensionan la enorme pérdida de confiabilidad que arrastra la gestión porque, simplemente, no les interesa. Entienden que con obras, realizadas casi en un 90% con aportes nacionales, los sucesivos papelones externos se olvidaron y se olvidarán rápidamente. Pero subestimar a un pueblo con sonrisas, sin renuncias, o renuncias a medias, y la firme convicción de que “todo pasa”, suele ser peligroso. La diversión de un pueblo generalmente deriva en un problema político a pesar de que los entornos halagadores y medios afines digan que “eso no le importa a nadie”. En algunos meses se verá.


 
 
 
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